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Cuando no saber gestionar la educación de los hijos causa crisis de pareja

En psicología, la idea de que “el todo es más que la suma de sus partes” es uno de los principios válidos prácticamente en cualquiera de los ámbitos de esta ciencia. Y la terapia de pareja no es una excepción en este sentido. Por eso, una vez que dos personas en una relación de noviazgo o de matrimonio tienen un hijo o una hija, la relación experimenta un cambio cualitativo, para lo bueno y para lo malo.

En algunas ocasiones, esto da lugar a desafíos difíciles de afrontar, como por ejemplo la necesidad de adoptar un estilo de crianza lo suficientemente coherente y consensuado como para no generar fricciones entre los padres o madres.

A veces, la pareja se quiere, pero la relación con el hijo (que no el hijo en sí mismo) interfiere en esa relación por el hecho de no haber aunado criterios. Cuando esto ocurre, la incapacidad para gestionar bien la educación de los hijos en casa desencadena crisis de pareja; veamos las características de este tipo de problemas.

Causas de las crisis de pareja por no saber gestionar la crianza

Por norma general, el modo en el que cada miembro de la pareja ejerce su rol de padre o madre tiene un impacto no solo en el bienestar y el desarrollo psicológico del hijo o hija, sino también en las relaciones que tienen lugar en el seno de la familia.

Esto es algo que muchos padres y madres primerizos no tienen en cuenta, y que puede dar problemas si permanece ignorado durante mucho tiempo: ver a nuestra pareja siendo un miembro más de la familia e involucrándose en roles que van más allá del de “marido”, “esposa”, “novio” o “novia” también influye en el vínculo emocional e íntimo que mantenemos con esa persona.

Teniendo en cuenta esto, a continuación veremos cómo los problemas para manejar adecuadamente las labores y estrategias de crianza y educación en casa pueden generar crisis de pareja en quienes tienen hijos en común.

1. Da lugar a dinámicas de celos

Aunque parezca sorprendente, los celos no solo ocurren ante la idea de sufrir una infidelidad o en el contexto de hermanos que compiten por la atención de los padres. Uno o ambos miembros de la pareja también pueden sufrir celos ante el otro si sienten que su comportamiento ante el hijo que tienen en común deja en mal lugar a uno mismo. Por ejemplo, si siempre nos toca a nosotros aplicar las normas y hacer cumplir los castigos, y la otra persona siempre muestra su lado más permisivo y condescendiente.

2. Facilita que surja un miedo a la desprotección del menor

Si una persona siente que su pareja no mira lo suficiente por la seguridad y el bienestar de su hijo o hija, puede llegarse al punto de no poder relajarse nunca delegando responsabilidades de crianza, por el miedo a que la otra persona aplique medidas de crianza que nosotros consideramos inadecuadas o incluso negligentes.

En los casos más extremos, uno de los progenitores puede asumir que la presencia de su pareja da lugar a situaciones de peligro para el niño o niña debido a la falta de competencias parentales de esta (por ejemplo, al pensar que el hijo puede pedir permiso para salir a jugar a la calle y recibir el “sí” por parte de la otra persona adulta).

3. Alimenta el choque entre ideologías

En las personas que están en una relación de pareja con otras personas con ideologías significativamente distintas, las discrepancias al criar a los hijos pueden potenciar ese tipo de “choques” entre filosofías de vida y maneras de interpretar lo que es deseable e indeseable, lo bueno y lo malo. Por ejemplo, puede ocurrir que una persona intente inculcar un espíritu competitivo en un hijo, mientras que la otra intente inculcarle valores más relacionados con la compasión, la cooperación y los cuidados mutuos. De este modo, se catalizan las diferencias que ya existían de manera latente en el modo de pensar de ambas personas adultas.

4. Genera vergüenza ante los demás

Finalmente, el hecho de que personas ajenas a ese núcleo familiar lleguen a presenciar las inconsistencias en la crianza, hace que muchas parejas se sientan muy frustradas y avergonzadas al sentirse juzgadas en base a algo que se da por sentado que debería funcionar de manera fluida y sin conflictos constantes.